domingo, 3 de junio de 2012

El derecho de comer

Infancia y Sociedad El derecho de comer Andrea Bárcena L os gobiernos priístas y panistas han producido cada seis años nuevos millonarios; en cambio, ni unos ni otros han atendido con voluntad y eficacia el problema de la desnutrición infantil. Hace cuatro sexenios (en 1987) tuve el privilegio de entrevistar a los más importantes médicos especialistas en este problema y hoy, que Save the Children de Inglaterra pide auxilio en nombre de 450 millones de niños del mundo –México incluido– en riesgo de sufrir retrasos mentales por hambre, es oportuno mostrar la actualidad de aquellas voces expertas que llevo conmigo. Dr. Joaquín Cravioto: En México las oportunidades de ser genio o de crear individuos muy inteligentes se pierden por generaciones; en cambio, la probabilidad de ser mediocre aumenta a medida que hay más desnutrición. Porque ser desnutrido, además del riesgo de morir, significa que el sistema nervioso, la inteligencia, el lenguaje y la capacidad de aprendizaje y de resolver problemas sufren daños irreparables. Estamos generando una sociedad en la que cada vez más individuos funcionan a niveles subóptimos. Dr. Salvador Zubirán: La propuesta de elevar a rango constitucional el derecho a la alimentación la hice no porque piense que en sí misma va a resolver el problema. Los problemas no se resuelven con mandatos ni con decretos. La idea es que actividades y programas de gobierno se hagan como un ordenamiento constitucional, para que se cumpla con lo que se debe hacer. Para que ya no dependa de cada gobierno, sino que todos los gobiernos estén obligados constitucionalmente a preocuparse y actuar por la nutrición adecuada de toda la sociedad. El problema sólo se resuelve pensando en el hombre: por regiones geográficas, por edades, por ocupaciones. Hay que establecer prioridades. Los programas deben partir de las necesidades humanas y no al revés. Dr. Adolfo Chávez Villasana: Según estadísticas del Instituto Nacional de la Nutrición, entre 80 y 90 por ciento de los mexicanos se ve afectado por la desnutrición en alguna etapa de su vida, especialmente durante la infancia. Los que logran adaptarse a la desnutrición lo hacen reduciendo su talla, su peso y su actividad física e intelectual; los que no logran adaptarse simplemente mueren. Es muy poca la diferencia calórica entre la dieta de un niño desnutrido y uno sano. Un día de moratoria resolvería el problema. Pero mientras la gente no coma bien y esté preocupada por lo que va a comer mañana, no hay libertad, no hay democracia ni nada. Corolario: Ni PRI ni PAN han hecho nada serio y de fondo para acabar con la desnutrición infantil por casi un siglo. Resultados a la vista. derechosinfancia89@gmail.com

sábado, 2 de junio de 2012

JUVENTUD PERFORADA

juventud perforada Por Enrique Serna Octubre 1999 | Tags: Giros negros Tertulia. Mariana es una quinceañera rebelde que se junta con una pandilla de darkies. Sus padres son amigos míos y cometieron el error de regañar a la niña por rendirle culto a la muerte. "Nosotros a su edad éramos hippies, creíamos en el amor y la paz", se quejan, "pero esta idiota y sus amigos ni siquiera tienen ideales: toda su rebeldía consiste en invocar al diablo". Imitadora infantil de Mortizia Adams, al principio Mariana sólo llevaba luto riguroso y se pintaba los labios de negro. Con ese atuendo participaba en aquelarres nocturnos donde los miembros de su secta escuchaban death metal, un subgénero macabro del rock pesado. Resentida por los regaños paternos, la orgullosa hija de Lucifer comenzó a perforarse la nariz con argollas. Sus padres le cortaron el domingo y le prohibieron salir de noche con la palomilla necrófila. En represalia, Mariana se puso una arracada quirúrgica en el ombligo. La arracada era de cobre y le causó una grave infección que por poco degenera en gangrena. Cuando la vieron afiebrada y con el ombligo lleno de pus, sus padres la llevaron corriendo a Médica Sur. Creyeron que el susto le serviría de escarmiento, pero Mariana extrajo del incidente una moraleja distinta: entendió que el satanismo es incompatible con la pobreza y ahora lleva en el ombligo una arracada de oro. La moda de las perforaciones tiene fundamento teórico en la leyenda del buen salvaje. Según los ideólogos de la contracultura, las cremas, el jabón, los desodorantes y la falta de exposición a la luz solar han atrofiado a tal punto nuestro sentido del tacto, que sólo un agujero puede devolvernos la sensibilidad de la piel y, junto con ella, la armonía con la naturaleza del hombre primitivo. Quizá los filósofos de la perforación quieran volver a la infancia del género humano y alcanzar el Nirvana por la vía cutánea, pero en la práctica, el uso de arracadas ha tenido una carga simbólica mucho más agresiva. Con el gesto provocador de perforarse la lengua, los labios o las tetillas, los punks buscaban horrorizar a la burguesía, reprocharle su insensibilidad ante el sufrimiento ajeno y exhibir las miserias de una civilización que ha erigido el confort y el bienestar como valores supremos de la existencia. Si los hippies escandalizaron a los adultos con su reventón dionisiaco, los punks lo hicieron con el espectáculo del dolor. Su tremendismo tenía justificación, pues eran jóvenes lumpen condenados al desempleo, que no tenían cabida en la sociedad inglesa. Pero como suele ocurrir con los brotes de protesta juvenil, la mercadotecnia se apresuró a convertir la subversión en moda, y ahora las arracadas son un signo prefabricado de rebeldía, tan fraudulento como el cine gore, el rock satánico y otros adefesios mercantiles que explotan la propensión de los adolescentes a sentirse malditos. Quien sintonice la cadena MTV a cualquier hora del día notará que el adolescente promedio de Estados Unidos identifica el placer con la maldad. Por más hedonistas y transgresores que aparenten ser, en el fondo los chavos están culpabilizados y ven el sexo como una cosa diabólica. El sustrato puritano de la cultura estadounidense, la incomunicación con los adultos, el terror al sida o una conjunción de todos esos factores han hecho creer a millones de jóvenes que hasta la cópula más venial es una perversión demoniaca. En los videoclips de grupos metaleros, la nota predominante es la combinación de escatología y erotismo, de cuerpos desnudos y asquerosidades, como si la náusea fuera un atributo inseparable del deseo sexual. Ni la Iglesia Católica en tiempos de la Contrarreforma tuvo un instrumento propagandístico tan eficaz para intimidar a los pecadores y persuadirlos de que el cuerpo humano es una inmundicia. Comparadas con un videoclip de Marylin Manson, el explotador más hábil y retorcido de la patología sexual norteamericana, las pinturas de cadáveres tumefactos de Valdés Leal son un juego de niños. El Anticristo del rock se viste y actúa como un andrógino depravado, pero las imágenes de sus videos (trozos de carne agusanada, cuerpos sometidos a tortura, grifos chorreando sangre) no incitan a la lujuria, sino al arrepentimiento. En sus Ejercicios espirituales, San Ignacio de Loyola recomendaba "mirar toda mi corrupción y fealdad corpórea, mirarme como una llaga y una postema de donde han salido tantos pecados y ponzoña tan torpísima". Jesuitas involuntarios, los aturdidos seguidores de Manson practican a diario este piadoso ejercicio. La penitencia audiovisual es muy útil para domar la concupiscencia, pero los chavos que buscan la santidad por el camino del sacrilegio no se conforman con ver llagas purulentas: también mortifican su sentido del tacto. Las arracadas en el ombligo equivalen al silicio que los antiguos ascetas ocultaban bajo el sayal para no manchar su virtud con el pecado de la soberbia. Una familia católica no debería avergonzarse por tener una hija como Mariana, que al infectarse el abdomen por amor a Satán superó en rigor penitente a la propia Santa Teresa. Más bien son las familias liberales las que deben alarmarse por esta epidemia de fervor masoquista. Pero sería inútil querer disuadir a Mariana de perforarse la piel, haciéndole ver la afinidad de su sacrificio con la moral represiva que intenta dinamitar. Cuando los años le despejen el cerebro de telarañas, ella sola comprenderá que el satanismo autoflagelante es un pasatiempo de pobres diablos. -